Monólogo de un fracaso amoroso

Recién había cumplido los 18 cuando ingresé a la facultad para estudiar Publicidad. Me acuerdo que era bastante tímido, quizás por tener "poca calle" -recién empezaba a salir- y tampoco había tenido muchas experiencias con las mujeres, en realidad poco y nada, ¿se entiende?.

La cuestión es que en una de las cursadas quedé flechado perdidamente por una chica. Se llamaba Luciana y todavía me pregunto qué le vi, porque en verdad no era precisamente "la" belleza: media petisona, ojos grandes tipo lechuza, frente interminable y nada coqueta en su vestimenta y apariencia.

Pero día a día me sentía cada vez más atrapado, y eso me llevó a acercarme. Hice grupo con ella para una materia y así la conocí más. Y me gustó más. Creo que la idealicé tanto que lo mío ya parecía un amor platónico.

Habrán pasado dos meses hasta que un día no aguanté más y la invité a salir. Ese día estaba tan nervioso que cometí una gran torpeza. Subió ella al colectivo y luego yo, saqué boleto para mí solo, y me senté. De repente el chofer nos llamó a los gritos diciendo que la chica no había pagado. ¡Claro, se pensó que yo, como buen caballero iba a pagarle el pasaje! ¡Vergüenza total! Pero más allá de eso salió todo como lo había soñado. Me le declaré y ella me respondió con un "podemos probar".

Mi felicidad duró lo que dura un cigarrillo. A los cinco días me llamó y me dijo que no estaba segura de dar ese paso. Sentí que se me derrumbaba todo. Para colmo, casi como un chiste del destino, no paraba de sonar por la radio el hit de Chiquititas ‘Tengo el corazón con agujeritos…’

Así anduve sin poder olvidarla hasta que siete meses más tarde, Luciana dio vuelta su decisión: "En realidad lo pensé mejor y quiero salir con vos al menos un mes para ver cómo me siento". ¿Qué planteo raro, no? Difícil de entender y menos de aprobar, salvo para un pavote inocentón como yo que otra vez creía en el milagro del amor…

Fue un mes bien disfrutado, pero al parecer a ella no le alcanzó y volvió a rechazarme. Casi como un replay del anterior me dijo sin titubear: La pasé bien pero no estoy segura de lo que siento…

Por suerte en la facu la dejé de ver, asi que comencé a salir más seguido y de a poco la fui dejando atrás. Pero un año y medio después la historia se volvió a repetir. El reencuentro, un diálogo intenso y su nueva confesión: "Esta vez sí siento muchas ganas de intentarlo". Y yo, a pesar de todo la volví a aceptar, porque no hay dos sin tres, pensé…

El tercer intento duró nueve meses. La diferencia es que en ese tiempo, ya la pude conocer más y descubrí que era de carne y hueso, y que tenía defectos: Su idolatría por Valeria Lynch, su baile pésimo, pero más que nada su ya crónica indefinición sentimental que me hería impunemente. Por todo eso fui yo el que al final dijo "basta".

Tuvieron que pasar diez años para comprender que de todas maneras esta relación no habría funcionado. Fue cuando me la volví a cruzar de casualidad en Retiro... Se iba de vacaciones a Córdoba con su pareja de hacía tres años... Celeste.

Comentarios

Anónimo dijo…
Historia muy particular.En forma sintética el autor lo describe excelentemente. Un dato: una estadística revela que cada 1 hombre homosexual, existen 2 mujeres con dicha característica.
Unknown dijo…
Una historia elocuente y representativa en gran medida de la histeria de la especie humana.
Por otra parte mi pregunta es la siguiente: Cuál es el inconveniente del protagonista con Valeria Lynch y al mismo tiempo con la gente que no se destaca por su gracia al menear las caderas?
Es para analizar...
Anónimo dijo…
Que historia! Me pregunto como le habrá ido al autor en sus siguientes relaciones amorosas??
Anónimo dijo…
Ojos grandes como lechuza.. mmm.. sera que le gusta ser visto al autor??

Casandra

Entradas más populares de este blog

Algunos consejos para ascender a ¡Jefe!

Personajes de la city: el impuntual

El discurso findeañero del Sr. Burns